La trama de Penélope

penelope

Penélope se quedó en casa mientras Ulises se fue a la guerra y, después, a vivir aventuras en su largo camino de regreso. Él sufrió, pero también disfrutó del amor de Calipso y Circe, de la protección de Atenas. Se las ingenió para escapar a los males más fantasiosos (la versión antigua, griega clásica, de la disculpa del hombre que llega a casa demasiado tarde luego de una noche de juerga). Ulises se divide entre dos mundos: el de la fantasía y el de la realidad. Penélope es pura realidad. Sus actividades son mundanas, teje, desteje, da órdenes a las siervas que limpian, friegan, bañan. Su entorno está repleto de acciones restringidas por las paredes del hogar, por el peso del cotidiano que imprime una realidad tangible a la vida en Ítaca, no solo la de Penélope, sino también de los que cuidan a los animales y las tierras de Ulises, una solidez que se contrapone a las peripecias descabelladas de Ulises.

Pero a pesar de esa aparente inmovilidad, Penélope se asemeja a las Moiras, tejiendo el destino de los pretendientes y, consecuentemente, de su hijo y de su hogar. Si es culpa suya el hecho de que sigan destrozando la fortuna de su marido, la herencia de su hijo, es porque ella decide hacerlo así. Ella espera y expresa sus propios deseos mediante la negación, el rechazo, le da vueltas al telar y a sus pretendientes. Podría haberse entregado, sin quemarse demasiado la cabeza, a un nuevo matrimonio que la dejaría tranquila. Entre tantos grandes reyes, podría haber elegido alguno. Lo no hace, pero no por capricho, sino por convicción.

Por un lado, está el amor por su marido, pero, por otro, están simplemente las ganas de esperar, quizás de estar sola con su vida, sus labores, sus criadas, su hijo, su casa. Penélope parece disfrutar de su soledad, así que inventa la mentira de la espera de su gran amor. Es decir, sí lo ama y sí lo espera, pero su motivación es otra, es encontrarse en la tranquilidad de su soledad. Ese es el verdadero lujo de la vida de una mujer ya desde Homero. De joven está el cortejo, luego el matrimonio, los hijos, la familia, y la mujer deja de existir para sí misma (si, con suerte, ha logrado existir antes en algún momento) para ser una función de otros.

Penélope es, por ello, tan astuta cuando Ulises; miente como él, manipula, teje tramas rebuscadas para conseguir lo que quiere. El mismo telar es una metáfora perfecta de su vida: la trama, la paciencia, la soledad de su labor, pero también el control sobre su destino. Atenas, diosa protectora de Ulises, es también la que protege las labores de ese tipo. Además, Atenas es la diosa eternamente solitaria, con una predilección enamoradiza por Ulises, y si ella lo protege en sus aventuras, también protege a su mujer que se queda en casa en su soledad satisfecha. Penélope es un espejo de Atenas, en su versión hogareña y, quizás, frustrada.

Cuando Ulises vuelve, Penélope no se entrega a él ciegamente. Parece, incluso, no querer creer que ha vuelto. Le dicen fría, despiadada, pero ella recurre a un engaño para confirmar que se trata de su marido. Si Ulises sabe mentir y engañar, ella también lo hace muy bien.

El poema abajo, Dorothy Parker rescata la dignidad de Penélope. Así la veo yo también.

 

 Penelope, de Dorothy Parker

In the pathway of the sun,
In the footsteps of the breeze,
Where the world and sky are one,
He shall ride the silver seas,
He shall cut the glittering wave.
I shall sit at home, and rock;
Rise, to heed a neighbor’s knock;
Brew my tea, and snip my thread;
Bleach the linen for my bed.
They will call him brave.

Deja una respuesta